hay
un dios en cada puerta
pero cada puerta
es sólo una abertura
en el cráneo de la casa
en donde nos espera una mañana
con las monedas de plata
golpeando los cristales
de las ventanas
de este nido impiadoso
el vidrio que me espera
en el ópalo de tu aliento
para saber que soy cierto
entre tanta mansedumbre
el aroma a guiso cerrado
convoca al reino del mantel
y de las matronas
con el delantal adherido al alma
como un acto de fe
la baba de los dioses
se malogran
tras los cristales de las ventanas
mientras nosotros ensopamos el pan
y nos sentamos lujuriosos
a la penúltima cena