Aquello que hemos atado nunca pasa de largo.
Es un intento más,
un desafío.
Como ceder ausencias y empeñar el llanto.
Al final sólo queda piel en las uñas del
barquero.
Y la piel es sólo piel
en la certeza firme de los ciegos.
Escuchamos atentos
porque
siempre hay una foto al final de los pasos.
Cuando sólo queden las cruces de los
barriletes,
cuando el sol ilumine aquellas cosas
ciertas,
cuando la masa nos reciba
y el compromiso sea,
un tapiz en nuestros labios,
entonces,
iremos de compras,
pagaremos las facturas,
pediremos un préstamo.
Y seremos dos siluetas más
en el arenal de los relojes.